. Si siembras trabajo, recogerás éxitos. Si siembras amor, recogerás felicidad. Si siembras vientos, recogerás tempestades. En definitiva, que si quieres que algo ocurra, predisponlo todo para que suceda.
Prepáralo, pero hazlo adecuadamente. Escúchate y escucha a tu entorno. Tampoco busques imposibles ni venganzas, ya que eso solo atrae al fracaso y a la frustración.
Construimos nuestra vida lentamente y, sin darnos apenas cuenta, estamos caminando por senderos que hemos ido forjando. Conocemos como la palma de nuestra mano el valor del esfuerzo, del sacrificio y de la voluntad.
Sabemos que es el camino del éxito pero, sin embargo, lo descuidamos con facilidad.
Cosechar éxitos no siempre es dulce. El proceso hasta el éxito puede ser amargo, pues requiere de gran cantidad de sacrificio y de autocontrol. Sin embargo, cuando comenzamos a cambiar, a hacer cosas diferentes, comenzamos a alcanzar logros.
Lo mismo ocurre con la obtención de la felicidad. Hace falta plantar sonrisas y actos de bondad en semillas, tratarnos y tratar a los demás con buena voluntad. Actuar de la manera contraria solo atrae sentimientos destructivos.
No te olvides nunca de que quien siembra vientos, cosechará tempestades.
Por esta razón, es necesario que reconozcamos lo negativo para dejarlo a un lado. Recuerda que si siembras negatividad, recogerás desgracias. Y, como apuntó Jean de la Fontaine: “La mayor desgracia es merecer la desgracia”.
No te olvides de que quien siembra prepotencia, recoge indiferencia. Piensa que nadie es más que nadie, cultiva el valor de la humildad y aprecia a los demás por quienes son y no por sus apariencias.
No pidas más de lo que puedes dar y no permitas recibir menos de lo que crees merecer. Evita las exigencias, pues conducen a reproches. Vive de tal modo que nada de lo que hagas deba merecer el reproche o la condena de quienes te rodean.